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No es el mundo digital somos nosotros

  • Foto del escritor: Maríafer LeónGalarza
    Maríafer LeónGalarza
  • 13 ago 2019
  • 4 Min. de lectura

Entramos en un universo de dependencia digital que no realiza distinciones, nos esclaviza y beneficia de innumerables formas que hoy en día se han analizado por todos sus frentes sin dejar de descubrir aspectos novedosos. No obstante, también somos nosotros los seres humanos quienes construimos, modificamos y mantenemos dicho universo.

Screenagers, es el nombre que se nos ha otorgado a todos los habitantes de este universo digital, pues mantenemos expectativas del mismo que nos esforzamos por hacer o exigir que se hagan. Exigencia porque ya no existe un proceso de solicitud que espera una respuesta, sino se presiona a los creadores y productores de dicho contenido - con las bajas en las ventas (que sustentan sus vidas), necesidades de crecimiento económico (que presiona a las naciones), necesidades de salud y fenómenos cada vez más extraños que afectan nuestra vitalidad a corto o largo plazo (que presionan a todos los seres humanos con relación a sus deseos de vivir)- para que estas se cumplan.

Es así, como todos requerimos de la innovación, la entretención y adquisición de la información rápida que nos mantenga en un imaginario de seres ilustrados, amamos el tiempo y volvemos los segundos uno de los recursos más valiosos que poseemos, por eso, buscamos las herramientas multitarea o multipropósito, apreciamos la facilidad de la no movilización para adquirir más de un servicio. Según el estudio “La explosión del consumo digital” de José Riva y Dana Eaton más del 54% de los consumidores de 35 a 54 años (quienes se interpretaba ya no tenían interés por la era digital, tienen un smartphone, una tablet y un PC).

Los sectores de la comunicación se han renovado con este universo enfocándose en el cliente y en la búsqueda de su fidelidad, reestructurando sus modelos de negocio, posicionando el marketing como una ciencia, reteniendo nuevos talentos que aumenten la creación de contenido.

Somos exigentes, quienes creamos y mantenemos el mundo digital, pero no estamos satisfechos con lo que tenemos, queremos que sea más rápido, con mayor resolución, más calidad de sonido, más grande, mejor. Este es el aspecto que sigue obligando a las nuevas tecnologías a sumergirse en un bucle de novedades, cualquier objeto al siguiente día será obsoleto, sino perderá la atención del cliente. ¿Qué opción tenemos?, innovar hasta que sea agotador y sin sentido, aunque solo añadamos más cámaras o un poco más de calidad de imagen, muchas veces ni siquiera entendemos cómo usar estos nuevos dispositivos, llegamos al extremo de no manejar ni la mitad de sus funciones, pero, ¿qué importa? Después de todo tiene un nuevo nombre y varios ceros más al final de su costo.

Los trámites comienzan a requerir nuestro tiempo, quitándonos minutos de streaming y de consumo digital, no nos queda más opción que dejarlas a solo un click de distancia. Pero, como es normal en el ser humano todo lo bueno produce una contraparte, la información se comienza a movilizar por medios digitales y por lo tanto pueden ser tomados por cualquiera. Los cyber robos comienzan a ser más frecuentes, después de todo “el vivo come del bobo”.

Tal escenario, hace que uno de los requerimientos primordiales de los clientes sea la seguridad y confianza en las marcas que van a adquirir por medios digitales. La personalización de los servicios, la interconección de mis objetos personales con mi dispositivo móvil y el tratamiento de datos personales se transforma en un valor agregado necesario para cualquier venta, pues ahora ya no basta con estar “solo” en un lugar “oscuro” para que te quiten tu dinero u objetos personales, ahora incluso pueden robar quién eres estando en un universo hiperconectado.

Los errores no se perdonan en el mundo digital, pues si una marca nos fallo alguna vez nos olvidamos de ella para siempre, buscamos la perfección que no tiene el mundo dentro de un dispositivo tecnológico, y así creamos los paquetes con convergencia de servicios.

Tu casa, tu automóvil, tu reloj y celular saben qué haces, cómo lo haces y a qué hora lo haces, después todo tu le pediste que personalizara tu servicio, ¡fabuloso!, pero no crees que tal vez alguien más podría también querer averiguar esa información, cavamos nuestra propia tumba.

No estoy en contra del crecimiento digital, pues es un sistema lleno de oportunidades y creatividad que está basado en la imaginación y habilidad de grandes pensadores que crearon imperios emprendedores cargados de empleos para los jóvenes o antiguos talentos que no habían podido explotar todo su potencial, espacios que han logrado curar enfermedades, devolver la movilidad a personas que han sufrido un accidente o nacido con una discapacidad, ha devuelto la libertad a presos de la edad o de su propio cuerpo, dado voz a quienes estaban forzados a callar y seguridad a aquellos que vivían con miedo. Pero, soy partidaria de que los seres humanos escaseamos demasiado de ética como para poseer algo tan poderoso, como bien diríamos a una pareja que dejamos, no es el mundo digital somos nosotros.

Bibliografía

· De Riva, J. M., Eaton A. (2015). La explosión del consumo digital. Accenture, Centro de Alto Rendimiento de Accenture (CAR), p.p. 4-31.


Por María Fernanda León Galarza


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